lunes, diciembre 18, 2006

Desmilonga


a la orilla de la chimenea, a esperar que suba la marea
(y todo lo demás también...)


Me perdí de suerte
en tus calles de silencio,
me saludaste de lejos
de ganas de acercarte
y de miedo de sentirme
No te vi de día
porque preferiste las noches
sobretodo las madrugadas
los besos con sueño
las manos trasnochadas.

quizás el río me lo trajo,
este espejismo de moradas ilusiones
y son cientos de copas ciegas
de bares de persianas bajas
de terceras desafinadas
y de humos que nos nublan
de medios vasos vacíos
que no se llenan
ni golpeando la barra,
son tachos llenos
son caras curtidas
es el barro entre los dedos.

Dale,
subite al 60, y demos una vuelta
por el universo
que la ciudad que ayer nos aturdía
hoy le quedó grande a los
soñadores del medio melón
y ni la Maga ni Alejandra
caminan por Barracas ni Paris
y los hombres ya no se desvelan
ya no cantan
paredones de gris amanecer
pelotas pinchadas
en el fondo de la esquina
tangos que nos son tangos
no por ajenos artificios
sino que de puros guapos
se les vino abajo el arrabal

Soplame un envido al oído
que ya no vienen más los ángeles
con un poema y un trombón
a desvelarnos de este nolvido.

martes, noviembre 21, 2006

Revuelta

Calla, dile que me hable
que me mire, que me acuerde
grita que me escuche, llora que me llore
Basta que le digas, sólo dile algo
o no le digas nada, basta con que venga
Ruega que me piense, piensa que me ruegue
o que por mi ruegue, sólo que recuerde
Trata que se acerque, sólo de unos pasos
yo sólo unos metros, ella sólo un abismo
Pide lo que quieres y pídeselo a ella
implórale que calle, sólo quiero verla
cállale que hable, también quiero oírla
óyela que sonría, sonríele un guiño
guíñale un silencio, silénciale las palabras
apalábrale un beso, bésale un gemido
gímele que te oiga, bésala una vez más
Guarda cada tropiezo, tropiézale la inocencia
húyele a su destino, destínale unos versos
versa cada segundo, vérsalo para ella
o si no quieres hacerlo, hazlo sólo por ella
prósale un silencio, el mismo que le guiñaste
Guíñale una vez más, pero que esta vez ella también guiñe
silénciala una vez más, y deja que te bese
óyela como gime, gímele una sonrisa
Cuenta cada minuto, versa cada segundo
prosa cada silencio, alarga cada palabra
Olvida cada palabra, y borra todos los versos
silencia todas las prosas y ahoga cada gemido
guarda cada sonido y no le digas nada
basta con que venga, sólo con que me silencie.

jueves, noviembre 09, 2006

El misterio más grande de todos (o de dioses, mujeres y otras yerbas)

Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida,
imposible, prodigiosa blasfemia.

Mario Benedetti

Dios. Misterio grande si los hubo y si los hay. Cuatro letras. Duda, fe, pasión, incertidumbre, temor, reverencia, adoración, odio, despecho, desidia, amor; todo esto y más cabe en esa palabrita prodigiosa.

Pero si alguno se atreviera a afirmar, que allí reside el más grande de todos esos misterios que nos han desvelado desde tiempos inmemoriales, yo podría osar a gritar que no, que no es así, que a nosotros, los que tenemos una costilla menos que ellas, nos atormenta otro secreto, más hondo, más profundo, más inexpugnable, ese breve susurro que resuena en nuestros oídos, una palabra, dos sílabas, cinco letras, una al lado de la otra, conformando el nombre que damos a ese ser a la vez eterno y efímero, celestial y terreno, dulce y endiabladamente amargo, esa criatura, tal vez imaginaria, que llamamos mujer.

Dios pierde terreno pues, frente a su rival. Ella le arrebata la potestad de nuestras noches en vela, de las plegarias mirando al cielo, de las lágrimas de madrugada, de todo el desconcierto del género masculino. Nos pasamos la vida tratando de entender a estos seres, y enloquecemos porque nos resulta imposible, y más difícil se torna y más rendidos a sus ansias y cuando creemos que estamos a un paso de la verdad, viene el mar y se lleva nuestro pequeño y efímero castillito de arena. Y Dios, como cualquier otra deidad, porque no va a ser ni más ni menos, siente celos... Su propia criatura, la que formó con aquella costilla que nos falta a nosotros, le roba el auditorio, a sus fieles, lo desplaza del centro del escenario.

Se oyen truenos allá arriba. Dios golpea furioso contra la mesa, casi impotente. El asunto se desmadra, se le va yendo de las manos. Hay que tomar cartas en el asunto. Ya nadie lo pinta en toda su gloria y esplendor, ya no inmortalizan su nombre en un puñado de versos, los trovadores ya no le cantan, sino que en sus acordes, resuenan lejanos los ecos de sus voces. Las de ellas, claro está.

Dios se dispone a recuperar lo que es suyo por naturaleza..., divina. Prueba con maquillaje, cambia el vestuario, canta tangos. Manda a construir una cancha de fútbol en sus dominios, donde todos los domingos se enfrenta el equipo de los santos contra el de los arrepentidos. Organiza conciertos de rock los terceros viernes de cada mes. Se pone una guardería. En fin, hay que volver a ganar el terreno perdido.

Pero nada. El plan de Dios es un estrepitoso fracaso.
Una tarde, ya abatido, mientras se toma un mate ya lavado que le ceba un querubín y se hamaca suavemente en el sillón que le dejó su abuelo, encuentra en un viejo libro de poesía un poema de Benedetti. Y se le aclara el panorama.

“Si Dios fuera una mujer”, dice el uruguayo que se pregunta Gelman; y Dios asiente con él. “Mirta, prendé el calefón que tengo que salir”, grita entusiasmado. Y esa noche, de minifalda y tacos, baja el señor a la Tierra, para torcer el curso de los acontecimientos, que se han doblado para mal, que lo tiró.

Y tan mal parece que no le fue, comentan unos que se juntan todas las tardes de domingo a ver el partido de la cancha del Cielo, que pasan por el codificado. Ella ya no quiere volver a ser hombre, se quejan los ángeles; está contenta con su nuevo estado. Recibe cartas de sus admiradores, los poetas declaman de nuevo en su honor y los músicos ya no componen sino para ella. Y de vez en cuando, más de uno se da vuelta en la calle para verla pasar.

Algunas cosas siguen igual y algunas otras se complicaron. Se comenta en el billar que puso un tal Judas con unas moneditas que juntó, que tres o cuatro días al mes Dios se pone imposible. Se siente mal, le duele la cabeza y se pone de mal humor. Por las dudas, los ángeles miran para otro lado y silban bajito.

Dios es más dulce ahora. Bah, eso dicen. Quizás escucha un poco menos, pero se emociona más fácil. Y cada vez se aparece menos por la cancha los domingos. Si se encapricha con algo, es difícil sacárselo de la cabeza, y con tal de no escucharla protestar, todos le dan el gusto y hacen lo que pide. Las menos de las veces, por supuesto, porque casi siempre la complacen por placer, sólo por verla sonreir.

¿Celos? Si, siempre. El doble los sábados a la noche. La competencia es dura y no hay que dejarse estar. Dios se suscribió a Cosmopolitan y organiza ferias americanas. Y si se viste de largo y con escote, levanta suspiros...

Dicen que el paraíso está más lindo este último tiempo. Todos cantan y bailan, y hasta los ángeles se arreglan cuando salen a pasear. Por acá abajo, tampoco nos podemos quejar. Los hombres se van chocando por la calle por andar mirando para arriba. Y en las parroquias de barrio hay misa a toda hora. Y piensan abrir más sucursales.

El tiempo sigue tan loco como siempre, pero ya sabemos por qué. Todo es mucho más impredecible, y la verdad que no sabemos con qué locura nos va a venir a cada rato. Pero la calle está..., qué se yo, tiene un sabor distinto... Cada día descubrimos nuevos colores; en el aire, en el río o en el cielo. Las campanadas no suenan cada hora, sino cuando quieren. Y en una de esas, uno suspira un “por dios”, cierra los ojos, y sueña.

lunes, noviembre 06, 2006

Instrucciones para abrir una puerta

Reza un viejo lugar común que “no hay nada nuevo bajo el sol”.
He oído decir por ahí también que en el arte, como en la vida, ya está todo inventado, por lo que debemos contentarnos con reinventar lo ya hecho.
No se si es tan así, pero a veces siento que todo lo que puedo crear, ya alguien lo hizo antes, y seguramente mejor.
No es una cuestión de autoestima, o falsa modestia. Es que no me refiero a “alguien” cualquiera, sino a algún “Alguien”.
Cada vez que termino de escribir algo, me empieza a subir la sospecha de que seguramente eso ya está escrito. No así, no con estas palabras, no con este envase, ni con los mismos arreglos florales.
Algunas veces, me he descubierto plagiando a tipos que en mi vida he leído. En otras ocasiones, he escrito cosas similares a otras cosas que no leí de tipos que sí he leído alguna vez. Valga la redundancia.
Conclusión: no la hay.
Aun así, no queda más que seguir arrastrándose de este “modo obvio/irónico/terrestre/ rutinario/tristón/desangelado” que, por cierto, se parece demasiado a una copia poco fiel del modo de otro tipo.
¿A qué venía tanto rodeo? Ah si! A blanquear los plagios infieles en que puede incurrir un servidor. Plagios como el que sigue. Gracias Julio, por haber escrito todo lo que jamás podré yo, y también por alguna cosa que seguramente algún día escriba, sabiendo que ya se hizo antes, y mejor.

Ahora sí, las instrucciones (que bien podría haber dejado afuera Julio de su Manual por intrascendentes)...

Instrucciones para abrir una puerta

Antes que nada, usted debe convencerse de que realmente quiere abrir esa puerta. Nunca se sabe lo que nos depara la vida detrás de cada puerta que encontramos frente a nosotros. Puede esperarnos la felicidad y el éxito, el fracaso, alguna desilusión, o simplemente algo completamente intrascendente que no cambiará en nada nuestras vidas. Pero siempre de este lado de la puerta está la incertidumbre.
Hay muchas puertas y muchos tipos. Está la de nuestro dormitorio, por ejemplo, que abriremos si queremos ver la tele o tirarnos a descansar en la cama. También podemos mencionar la puerta que abre nuestra heladera. En este caso, el motivo es más bien fisiológico; tenemos hambre, abrimos la heladera y comemos algo.
Las hay opacas, es decir, que no permiten ver que hay detrás de ellas; de vidrio, en cuyo caso quizás si podamos ver qué hay, pero seguramente esa imagen nos engañe. Es un ejercicio útil en estos tiempos desconfiar de lo que se nos presenta frente a nuestros ojos, y más si estamos hablando de algo que vemos a través de una puerta.
Hay un caso bastante particular que vale la pena mencionar, hablando de tipos de puertas y sus determinados usos: la puerta de calle de nuestra casa, que nos comunica con el mundo. Es quizás una de las puertas que nos provoca mayor incertidumbre, ya que nunca sabemos lo que tiene el mundo para ofrecernos cada día. Podemos abrir la puerta y encontrarnos con que una manifestación corta la calle en que vivimos y nos impide la salida. Puede ocurrir que en el preciso instante en que nos disponemos a salir, se desate una lluvia torrencial, con granizo incluido, o encontrarnos con esa vecina odiosa que siempre se queja por el volumen al que escuchamos la música, situación incómoda si las hay. Imaginen si un día, luego de una gran tormenta, con tornados y todo, abrimos la puerta, y nos encontramos con un mundo completamente desconocido, y un camino de lozas amarillas, lejos de casa. Sería un verdadero dolor de cabeza. O quizás una bella sorpresa después de todo...
Muchos, frente a esta problemática, y paralizados de temor, optan por quedarse en casa, no salir jamás, y pedir comida por teléfono. Así que siempre es una osadía, un acto de increíble valentía, y hasta de heroísmo, traspasar ese umbral. Esto tampoco nos otorga el derecho de sentirnos héroes a quienes lo hacemos día a día, inconscientemente, por inercia o de manera automática, sin detenernos a pensar en las implicancias de nuestra acción. Pero es realmente válido, y digno de respeto, el hecho de saber a lo que uno se arriesga traspasando esa puerta y hacerlo igual.
Recomendamos entonces: antes de abrir la puerta, siéntese en el piso del zaguán a meditar unos momentos sobre este asunto. Si toma la decisión de abrir la puerta, introduzca la llave en la cerradura y hágala girar. Si no cuenta con la llave, sepa que se encuentra frente a un problema. Deberá buscar la llave hasta encontrarla. En caso contrario, deberá conformarse con quedarse del lado de adentro. Si esta opción no lo satisface, pruebe con las siguientes: a)golpee la puerta hasta que se abra, patéela si es necesario; b)háblele suavemente para hacerla entrar en razones; c)dinamite la puerta y hágala saltar en mil pedazos; d)llame al cerrajero; e)vuelva a optar por quedarse dentro. Una recomendación previa: antes de tomar medidas tan drásticas como las mencionadas anteriormente, compruebe que la puerta no esté sin llave. En este caso, simplemente gire el picaporte y respire el aire de la libertad.

lunes, octubre 30, 2006

Algo de Félix

Es mi padre. Tan parecidos y tan distintos. Algunas veces me sorprende. Tanto tiempo. Tantos sueños, tantas frustraciones. Seguramente, hace 30 y tantos habrá tenido sueños, ilusiones, angustias y contradicciones tan parecidas a las mías de hoy. Y sin embargo hoy, tanto abismo.
El tiempo. Dicen que todo lo cura, quizás hasta la locura (los sueños, las ilusiones y todo lo que viene con ella). Pero me resisto a creer que no queda en ellos (los dos), rastros de aquello que alguna vez supieron tener, y que la rutina, los años, los hijos, la vida y todo lo demás fueron apagando. Quizás fueron resignificándose en otras miles de cosas, que no alcanzo a comprender, porque tengo todas las emociones tan a flor de piel, y las esperanzas encauzadas hacia otros rumbos.
En fin. Alguna vez quizás se los pregunte. Pero es bueno de vez en cuando sorprenderse. Como hoy, cuando leí lo que me mandó el viejo.
Me escribió que "Esto lo escribí hace mucho, cuando era más chico que vos. Como lo encontré, te lo paso". Y hasta se debe haber tomado el trabajo de trascribirlo.
Por lo grato de la sorpresa (y todo eso también), lo comparto con... alguien?
Nunca le diré (jamás seré tan canalla) que quizás (sólo quizás) yo lo escribiría mejor. Simplemente porque no se si es así...
Ah viejo, yo también te quiero mucho. Las cosas que decimos a duras penas, y pocas veces...

Las manos (de hace ¿30 y largos? ¿o 40 y cortos?)

¡Justo ahora que me quiero ir para casa! Y a éste se le ocurre que escriba sobre las manos, la puta que......Pero no hay nada que hacer, cuando al dire se le ocurre algo, mejor hacerlo y no discutir. Y no andar protestando o buscar excusas.
Esto decía yo ese día, sentado en mi silla de la redacción. Ya todos se habían ido, con un adiós, un hasta mañana o un simple chau. Y yo me quedé solo. Solo de soledad absoluta. Y teniendo que crear algo lógico para la edición del día siguiente.
La maquinita estaba delante mío con su hoja en blanco colocada, como esperando su turno para ayudarme y participar también ella de mi glorioso texto sobre las manos.
¿Y qué corno iba yo a escribir sobre las manos? Hay tantas cosas interesantes para exprimir el bocho y justo se le antojaba que yo escribiera sobre las manos como si se tratara del tratado universal de la pelota cuadrada.
Los puchos se amontonaban en el cenicero. Las rudimentarias frases y palabras se deslizaban en las hojas, que sin solución de continuidad, desaparecían de la máquina de escribir como presagiando el fracaso de esa noche. No había nada que hacer, las musas no habían venido ese día y un frío sudor me corría por la sien.
Los minutos pasaban...que digo, las horas se iban empujando sin que nada bueno pudiera salir de mi atormentado ser.
Busqué inspiración caminando por la oficina. Miré el techo, y me di cuenta, también, que no le vendría mal un poco de pintura. Las paredes, tampoco me ayudaban. Una rara sensación de vacío me invadió.
Es que, ¿no podría yo escribir algo tan sencillo?. Busqué un cigarrillo en los bolsillos del pantalón y de pronto me acorraló una extraña situación. No encontraba nada en los bolsillos, no sentía nada al tacto. Mejor dicho, no tenía tacto. Es más, no sentía mis manos. Era como si hubieran desaparecido, como si se hubieran desintegrado.
El terror me invadió, y quién sabe cuántas cosas pensé en esos instantes. Cuando un grito de desesperación estaba por salir de mi garganta, me di vuelta y extrañado, sorprendido pude ver a mis manos escribiendo en la vieja máquina de la oficina el tan ansiado texto sobre las manos que me había pedido el director.

lunes, octubre 09, 2006

Elegía


Sólo para entendidos. Pero por allí, el jardín del lugar donde trabajo, corrían libremente dos faisanes. Vaya a saber uno para qué los trajo el dueño del lugar. Seguramente no sospechó un destino tan desgraciado. O por lo menos no sospechó que el final llegaría tan pronto, tan abruptamente. Pero sí. Un día nos desayunamos con que faltaba uno de ellos. Al poco tiempo, desapareció el que restaba.
Y como nos dolió tan cruel destino. Destino por cierto largamente anunciado, aquí un sencillo homenaje.
Un amigo me inspiró a escribir estas palabras. Que ya son de todos...


Oh dichosos faisanes,
que mi vista endiosaban,
cuando el tedio y el sopor se volvían un agobio
ya bien entrada la tarde.
Por qué brumoso camino andarán sus almas cansadas,
qué viejos puertos buscarán ya sus barcos marchitos,
por donde arrastrarán el paso cancino,
la vista anhelante, el pico presto al graznido,

su palacio de valles verdes, efímero paraíso,
fortaleza cercada por oscuros tormentos,
la muerte expectante, en cada vuelta de esquina.
Vuelan plumas de otros tiempos, corren veloces en el viento,
plumas del ayer, plumas que respiran otras voces,
ecos de otros sueños más futuros,
ilusiones de mundos mejores, sin felinas acechanzas,
con montañas de semillas y sembradíos de girasoles.
Un mundo de faisanes...

Hoy nuestras almas tienen huecos,
por donde respira la memoria.
Se han ido en silencio, y en breve intervalo,
oh dichosos Faisanes, que nuestro mundo colorearon,
apenas por unos días fugaces.
Hoy la tarde se viste de sombras,
por un presagio largamente anunciado,
y la ausencia de la ausencia.

sábado, septiembre 16, 2006

Lápices


Arte Fotográfico: Carolina Butrón Avalos

Sacar punta
con un sacapuntas afilado
sacar punta hasta que no queden más puntas que sacar
no de a uno, sino de a muchos
lápices negros, lápices de colores
más largos, más pequeños
lápices que pintaban lienzos blancos
mañanas más venturosos
quimeras de adolescencias
luchas de septiembres
primaveras de sueños
Casi no niños
despertados de súbito
con sacapuntas afilados
con bastones marchitos
con balas irrisorias
con mentiras de muerte.
Por las calles diagonales
los adoquines ruedan teñidos de sangre
negros de duelo

tristes de ausencia
los llantos se lloran puertas adentro
los asesinos gritan goles a viva voz
los cerrojos permanecen cerrados
se aguarda en silencio
a que amaine la tormenta
pero los silencios gritan
silencios de vida
silencios de pensar para sí
silencios de otros silencios
abrazos de silencios
silencios de besos
silencios de palabras
memorias de silencio
memoria de olvidos
memorias de muertes
memoria de vida
lápices de Memoria.

miércoles, septiembre 13, 2006

Un hombre


Salvador Allende

Médico cirujano. Diputado. Senador. Presidente de la república de Chile

un hombre...

nació un 26 de Junio de 1908 en Valparaíso …
…murió el 11 de septiembre de 1973, en Santiago de Chile.

Tuvo un sueño, y luchó por él.
Cientos de miles creyeron en ese sueño.
De justicia, de igualdad, de manos estrechando manos
de tierras sin alambrados, de banderas flameando al viento
de niños sin hambre, de rostros sonrientes
de escuelas con las puertas abiertas
de un país para todos, no para unos pocos.

Los poderosos, aquellos que siempre han apuntado sus armas
en contra de los pueblos, creyeron que el anhelo de millones
podía romperse a punta de lanza.

Cuando las bombas golpistas caían sobre el palacio de la Moneda
el compañero presidente empuñó la metralla, y se quitó la vida.

Aquel sueño fue maltratado, mancillado, pero no pudieron enterrarlo.
El Mercado, el hambre, la injusticia, las torturas, el imperialismo, el despojo
no hicieron más que reavivarlo, revitalizarlo,
darle un nuevo sentido.

Hoy, a 33 años de aquel golpe nefasto, desde más acá y más allá de la cordillera
seguimos creyendo, y seguimos luchando.
Por aquellos cientos de miles
y por los próximos cientos de millones.

“Superarán otros hombres el momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.
Salvador Allende
Última alocución al pueblo
11 de Septiembre de 1973

viernes, julio 14, 2006

Fotos en Movimiento (Historias Mínimas II)

Este no es mío, pero me pareció copado ponerlo. Es una linda historia, de esas pequeñas que nos aguardan a cada paso, en cada esquina, en la calle, en el subte, en cada recodo del camino . De entre la furia cotidiana, siempre surgen esos seres que nos regalan una sonrisa, y quizás un poco de vida. Son un poco los encuentros en los que pensaba cuando empecé estos desatinos. Porque los despropósitos, terminan siendo siempre los más bellos, por verdaderos, por sinceros, porque son más difíciles de hacer caer.
Gracias Agus por compartirlo conmigo. Gracias por tantas cosas lindas, por cada brindis, por cada noche en vela, por cada sueño a medias. Y aunque no me dejes fumar en tu casa, te quiero. De verdad...
Simplemente eso. Que lo disfruten, y no me llevo el crédito. Por la magia de mi amigo, y por el as de picas que llevo en la billetera, salud!

Niña sonrisa





















Regalaba sonrisas y pedía monedas. Aunque me parece que las sonrisas eran gratis, le dieras o no las monedas. Esta chica tenía algo. No era una soldado más de la legión de tristes caras de niño que sobreviven bajo tierra, pidiendo en los subtes. No era una más, ella no. Creo que ya no le importaba si le dabas una o dos monedas (o quizás un gran billete si la mano venía favorable...). Hasta parecía divertirse haciendo lo que hacía, como si estuviese jugando... Como si a la vuelta de la linea B la esperara una casa calentita con mucha comida en la mesa y sábanas limpitas en la cama. Como si ese "trabajo" que realizaba fuera un juego...
Todavía no logro definir si esta niña jugaba a pedir, o pedía jugar...
No le di monedas. Me parecía insultar su juego. Me haría parecer -en mi mente- como un padre gritándole a su hija que no juegue más y que haga la tarea. A cambio de sus sonrisas le regalé una mía, y unos caramelos que tenía en la mochila. Ella me devolvió otra sonrisa y le quedé debiendo...
Cambió de vagón, pero el juego continuó. Yo volví a calzarme el auricular en la oreja y seguí mi viaje, tan igual al de todos los días, pero tan distinto gracias a ella.
(tengo que comprar más caramelos, a ver si vuelvo a encontrarla y puedo saldar una parte de mi deuda...)


Robado (por gentileza) de ... http://estadoalfa.blogspot.com/

sábado, junio 10, 2006

Desideratum

Tebuscotesueñoteesperoteansiotepiensoterecuerdoteencuentrotepier
dotesientoyvuelvoaperderteDondeestásdondeteescondésdondemeesp
erásComounriomefluyemesaleestaahimelatelatefuertepuedosentirloco
mountorrentequellegayarrastratodoasupasolosárboleslosjuegoslosper
roslascasaslosmolinosysusaspaslasguitarraslascancioneslosmiedoslosv
ersoslospuntosylasíeslosespacioslossilencioslosespasmoslostembloresl
osgirasoleslosgiralunaslasestrellaslasiembralaprimaveraelbatirdealasl
ashojasyelvientoCasiqueteencuentroenlaesquinaenelmuelleenlasvelas
delosbarcosdelpuertodetardeydemadrugadaaquuilejosyallácercatanpe
queñotaninmensotiemblopiensovivosientobusconuevamenteatientasa
duraspenasentrelostodosylasnadasenelclaroyenlooscuroyendemasíate
piensocomoestacopadevinoyestecigarroquenoseapagaysetiñelaespesu
radelrecuerdodetuvientrecobijandomisilusionescomouniniñoperdidoen
tretusmusloscomounexploradoravezadoinmaduroancianoVigiliasfrent
ealríoesperandoquecambielamareaquevuelvaelbotecitodevelaquesigue
soplandolejoslaotraorillatanlejosytancercaDenadarsetratacruzarelEspe
ratocartierrafirmedescansarenelbarroprimigenioalcalordelfuegoqueda
vidaalresguardodelbatirdelostamboresalresguardodelaamenazadelvac
íodelacaídadelasmáscarasdelasseguridadesdelascomodidadesDarelsalt
obuscarelairedesplegarlasalastomartedelamanoyvolarinfinitamentevo
laryespecialmenteysobretodoVolar…

miércoles, mayo 31, 2006

Fotos en Movimiento (Historias Mínimas I)



Él vende diarios en Paraná, casi a 1 cuadra de Panamericana. Como todo canillita, espera a que corte el semáforo, baja a la calle y grita con fuerza su pregón.
Hoy estaba allí parado, como todas las mañanas, con su gorra desgastada, su camperita deportiva, y el buen humor cotidiano, ese que vence al frío y a la lluvia. Hoy pasó Ella, con su canastita y su andar presuroso. Ella lo miró, y lo saludó y él cortesmente la miró, y le devolvió el saludo. Él le preguntó qué vendía, qué es lo que llevaba en la canasta, y ella abriendo la boca grande y sonriendo, le dijo, simplemente, “pastelitos”. El se sonrió también, un poco por nervios y un poco para devolver el gesto. Y entonces, súbitamente, al corte del semáforo, cambió su pregón habitual, y gritó a voz en cuello “¡Pastelitos, pastelitos!”.
Ella bajó la mirada, meneando la cabeza, pero con una risita ahogada entre los dientes. Y lo volvió a mirar. Se dijeron algo por lo bajo, que no alcancé a escuchar, porque apuré el paso. Se me hacía tarde.
Seguí caminando, y sin volver la vista atrás, me descubrí sonriendo.
Seguramente ella se despidió, con la excusa de continuar con el quehacer de cada día, de golpear puerta por puerta, y entrar gentilmente en los negocios para ofrecer sus productos. Y él, la saludó nuevamente, y continuó con lo suyo, entre Clarines y Naciones.
Seguro que mientras se aleja, ella sigue sonriendo.
Él piensa que quizás mañana, si la vuelve a encontrar, le compre un pastelito.

sábado, mayo 13, 2006

Cusco




















Ciudad milenaria
cuatro caminos
miles de luces
lluvia
estaqueada en el tiempo.

Calles de piedra
sombras danzantes
pasos que se pierden
doblan en redondo, y
vuelven a encontrarse.

Cielo de domingo
sueño repetido
manto de olvido
Plaza de Armas, Procuradores
vuelta en la esquina y subo

Pasos
cada paso es un jadeo
cada jadeo se pierde entre
las piedras. Subo.
Y tiemblo. Voces que
resuenan, el viento
que arrecia.

tiempo detenido, cinco
siglos , medio continente
partido, perdido
dormido.

Sangra, late, truena
redobles de tambor
plumas al aire.

El río fluye, cansado
sediento
y espera…

La tierra duerme,
y espera…

El condor pasa,
y espera…

Las voces murmuran
silenciosas
dolientes
y esperan...

las voces que aun
no han sido acalladas.

martes, mayo 09, 2006

Inventario Uno

Tengo más de dos décadas
de febreros sin gente, sin mar y sin arena;
una tonelada de emociones,
rayando a flor de piel y una vista
que se pierde al horizonte.

Muchas madrugadas
en el muelle 104 del Espera,
mateando entre sirenas,
un cigarrillo, un cielo azulado,
y un silencio forzado, a prueba de balas.

Tengo un océano de dudas,
buscando más preguntas que respuestas,
una tercera desafinada, y una canción
queriendo romper en la garganta,
que casi siempre queda trunca
y amanece disfónica de mañana.

Una biblioteca, tan grande y tan pequeña,
una foto en un taller de Santos Lugares,
un cuento de Cortázar, que todavía
me resuena en la cabeza, y una bruja
que una vez osó mostrarme el (un) camino,
y se quedó mirando de reojo, para
apuntalarme de vez en cuando, y por qué no,
tirarme unas piedritas,
para sobresaltarme el andar.

Tengo algunos amigos, tan sinvergüenzas,
tan buscadores de piedras filosofales,
como los de Juanito;
y una mujer, que a fuerza de ausencias,
se roba mis noches en vela
y me saca el aliento cada día.

Tengo un sueño de Giraluna,
tan solo y tan terco, resistiendo
entre un mar de girasoles;
un puñado de letras adolescentes,
un atardecer en el Salar de Uyuni,
y los versos de Neruda, subiendo
a nacer conmigo, en la cima
más cima de América.

Tengo una bitácora de vuelo,
plagada de lugares comunes,
muchas líneas garabateadas,
a base de plagios honrosos,
y un nudo en la lengua,
a la hora de decir lo que digo
a duras penas y arrastrando
las palabras casi siempre tan
poco apropiadas para la ocasión.

Tengo una foto en mi mesa,
con la cara del ángel de mi guarda,
que voló un 9 del cuatro
hace ya tantos otoños,
y cada tanto aletea en mi oído.

Tengo un cigarrito en la boca,
casi siempre a medio terminar,
un perro de ojos celestes y un recuerdo
de dos ratoncitos con nombres de Beatles.

Un dejo de “olvido siempre gris”,
con el ceño fruncido,
Un tango en el pecho, una tarde en una plaza de Constitución, un sueño, o varios, una cara, un diablo del carnaval, una bandera, una remera bajo tierra, un “adonde van” furioso, una calle ancha de Estación Mazán, un balcón a contrafrente, un as de picas en la billetera, un árbol de kinotos en el fondo de una casa, mi viejo contando un cuento que nunca terminó, media frase siempre de más, una tos altisonante, una zamba cautiva, una(s) cuenta(s) pendiente(s), una ausencia de buenos modales, la curiosidad que no mata todavía, sino que deja vivir.

Un matete de boas abiertas y boas cerradas, la certeza de que me equivoco. Pero resistiendo por el otherness.

Un desatino. Mejor, muchos.

Un miedo padre al fracaso, una luz allá adelante, te busco a tientas.

Un final abrupto. Todavía queda tanto por inventar(iar).

domingo, mayo 07, 2006

Misiva urgente para derribar fronteras

Amiga,
Por qué caminos andarás, en qué extraño arenal habrá quedado tu sueño enterrado, por dónde irá tu sonrisa extraviada, soñando con qué mundos mejores, estrechando qué manos amigas, mirando qué estrellas, rumbeando qué rumbos.
Tanto hace ya, que te vi una última vez, que me parece tan poco y tan mucho, todo este tiempo que pasó. Pienso en vos, muy a menudo, me sonrío si te pienso feliz, y me entristezco si te pienso triste. Me imagino un abrazo de reencuentro, ese que no nos pudimos dar de despedida. Seguramente un mate, un cigarrillo, una canción. Una palabra de aliento, miles de horas junto al fogón, contándonos historias, soñando de vuelta juntos, todo lo que ya soñamos por separado.
Te imagino en este momento, sonriendo frente a la pantalla, pensando qué lindo sería, volar por unos instantes, de vuelta al terruño amado, para estrechar en un interminable lazo de breves segundos, a los seres queridos que te esperan más acá de las fronteras.
Y si de fronteras hablamos, vos y yo sabemos, amiga, que las hacemos y las deshacemos nosotros, a nuestro antojo, a nuestra voluntad. Que una frontera es un capricho, tal vez ajeno, pero que además de separar, puede unir. Sabemos que la diferencia está en nuestras manos. Como tantas cosas que no elegimos, que nos impusieron desde arriba, y que nos hacen creer que no pueden ser de otra manera, vos y yo sabemos, porque yo se que vos sabés, y viceversa, que tenemos el derecho, o sea que también el deber, de gritarles que no, y de hacer, de ese lugar que nos vendan como frontera, nuestro propio lugar de encuentro. Como la piel, como la mano, como la boca, que son el límite de nuestro cuerpo, pueden fundirse en un abrazo, en un apretón de manos, en un beso.
Y qué joder! Que los límites los pongamos nosotros, para decidir con quien ir y con quien no. Poder decir, “hasta acá llegué”, no para dejar de caminar, sino para mirar el mapa, y cambiar de rumbo. Y si no existiera un mapa, tanto mejor.
Amiga querida, confieso que te extraño. Que te quiero demasiado, no requiere de confesión alguna, porque ya lo dije tantas veces, que una vez más, suena a eso que se dice pa' no perder la costumbre. Y sin embargo no, porque nunca está de más.
Si de contar se tratase, podría contarte que aquí ando, como casi siempre, buscando el camino a seguir, sin dejar de soñar un minuto, sin dejar de intentar, sin dejar de querer, sin dejar de llorar. Sin dejar de ser.
Buenos Aires está como siempre, quizás un poco más triste. Sigue vestida de gris de ausencia, más ahora que el otoño está pisando fuerte, y el frío comienza a sentirse. Pero no te creas todo lo que dicen por ahí, también se respira esperanza, a cada paso, y en cada esquina. La gente se encuentra, a veces sale el sol, y todavía quedan calles empedradas. Gardel canta cada día mejor, y dicen por ahí que el Polaco no murió.
Espero saber de vos, saberte bien, saberte contenta, saberte cerca, más allá de la distancia, saberte más grande, saberte más sabia. O quizás, simplemente saberte…
Me despido amiga, tratando de decirte lo mismo, de manera diferente. Espero verte pronto, más acá o más allá de la zona de encuentro.
No dejes de buscar, no dejes de soñar, que yo te espero a la vuelta, o en cualquier recodo del camino.

viernes, marzo 24, 2006

Más de cien palabras, más de cien motivos para gritar Nunca Más!

Por los 30 años que muchos no van a cumplir. Por las 30.000 voces que pretendieron silenciar. Por los 30.000 hijos, padres, madres, hermanos, hermanas, tíos, docentes, amigos que nos arrebataron. Por los sueños que se fueron con ellos. Por la libertad que nos coartaron. Por las ilusiones que se rompieron como cristal, cuando sonaron los disparos de nieve, el rugido de los cañones, cuando sonó la hora de los falsos profetas.
Por la cobardía con que actuaron los garantes del orden. Por la frialdad con que calcularon cada uno de sus actos atroces. Por la impunidad de la que siguen gozando hoy en día. Por los gritos en la ESMA. Por los llantos en el Olimpo, en el Vesubio, en el Club Atlético, en La Perla, en El Banco, en el Pozo de Bánfield. Por la sangre en tantos otros lados. Por los que se quebraron, y hablaron. Por los que resistieron, y callaron. Por los que no tenían nada que callar, o nada que decir. Por los que no llegaron a abrir la boca. Por los que lloraron, por los que se mearon, por los que se cagaron. Por los que se besaron, se abrazaron o estrecharon sus manos. Por los que vieron la luz, -escalofriante paradoja- en medio de tanta oscuridad. Por la lucha trunca por un mundo distinto. Por las ideas, que no se matan.
Por el otro genocidio, el silencioso, el que pusieron en el plazo fijo, ese que sigue dando intereses. El genocidio de todos los días, el que mata de hambre, el que mata de frío. El que derriba escuelas, el que siembra analfabetos, el que alambra la tierra que no le pertenece. Por ese proyecto macabro de un país para unos pocos.
Por el engaño, la mentira, el ocultamiento. Por la censura. Por el comunicado número 1 y por el último de todos. Por los que golpearon las puertas de los cuarteles. Por los que aplaudieron aquel 24 de marzo nefasto. Por los que hicieron oídos sordos. Por lo que dijeron, tergiversaron u omitieron los medios. Por esos mismos medios que hoy ponen al aire documentales y sacan suplementos especiales, y que al día siguiente, en sus portadas, recibían con esperanza la nueva etapa de la historia de la Nación. Por los curas que confesaban a las bestias, que les daban la comunión. Por esa iglesia cómplice, que callaba y asentía. Por los médicos que tomaban el pulso, y daban el OK para seguir con la tortura. Por los ideólogos que operaron desde las sombras, y que querían un país en penumbras, sin discusión, sin luchas, sin entendimiento, sin solidaridad. Por esos mismos ideólogos que, en versiones remozadas, hace años que venimos viendo en las pantallas de televisión. Por la mierda que sigue al sol, y sigue dando olor.
Por los goles que taparon los gritos. Por la inocencia, maldita inocencia de Kempes, Luque y cia. Por los papelitos de Clemente. Por mi viejo, que corrió en Ezeiza, y que el otro día me confesó: “cómo me comí la del Mundial”. Por los pibes de Malvinas, por los designios de un loco borracho, por los que llenaron la Plaza agitando las banderitas. Por la falacia del “estamos ganando”.
Por las verdades que nos robaron. Por las palabras que podrían haberse dicho y nunca se dirán. Por Haroldo Conti y Héctor G. Oesterheld. Por Rodolfo Walsh, ejemplo de dignidad, de coherencia y de lucha para todos aquellos que buscamos hacer de la palabra y la verdad, nuestras armas para construir un futuro más justo; al fin y al cabo, noble ejemplo para todos los argentinos. Por las monjas francesas, por los padres palotinos, por monseñor Enrique Angelelli, que luchó por un Cristo con los pies en la tierra que pisan los hombres.
Por las madres (y los padres) que perdieron a sus hijos, por las abuelas que perdieron a sus nietos, por los hijos que perdieron a sus padres, y perdieron su identidad. Por aquellos que la recuperaron, y por las abuelas que los recuperaron. Por Azucena Villaflor, Mary Ponce y Esther Balestrino, que se fueron con ellos. Por todos aquellos que siguen esperando.
Por los que mataron antes los secuaces del brujo. Por las patotas que acribillaban a plena luz del día. Por Carlos Mujica. Por los fusilados de José León Suarez, los de Trelew, los del Ingenio Ledesma. Por las bombas que cayeron sobre las cabezas inocentes en la Plaza de Mayo. Por los que mataron en cada punto del país.
Por los que cayeron del otro lado de la cordillera, bajo el mismo fuego. Por la vida segada en La Moneda, por el poeta al que le cortaron las manos. Por los que cayeron del otro lado del río, y todos los que regaron con su sangre nuestra América Latina, morena y hermosa, herida de muerte y, aún así, estoica y con la frente en alto.
Por la infame obediencia debida, por el imposible punto final. Por el indulto que digitó un nefasto presidente, perdón que no compartimos, no avalamos, ni va a existir jamás. Por los muertos de la democracia, los de la corrupción, los de la impunidad. Por José Luis Cabezas, por los del 19 y 20 de diciembre de 2001, los de Mosconi, Tartagal, Cutral-Co. Por Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Por tantos y tantos.
Por los genocidas y torturadores que nos siguieron gobernando. Por los Bussi, los Juárez, los Patti. Por una deuda externa ilegítima, que creció desmesuradamente con la dictadura, sólo para abultar los bolsillos de unos pocos, y que se paga a costa del pueblo. Por los empresarios que se enriquecieron negociando con los represores, los mismos empresarios que conforman hoy la “industria nacional”, y que salen en la Caras y en la Gente. Por una gran parte de la sociedad que sigue mirándose el ombligo.
Por la noche más larga de nuestra corta historia. Por los que no la vivimos, pero la sentimos acá dentro. Por lo que duele y lo que ahoga. Por esta lágrima que rueda por mi mejilla. Por un país que quisieron poner de rodillas, pero que se levanta. Por mis sueños, tus sueños, nuestros sueños. Sueños que quisieron borrar de un plumazo, arrojándolos al río en bolsas de harpillera. Sueño de una patria para todos. Sin miedo, sin hambre, sin desocupados, sin explotación, sin marginación. Con escuelas que abren sus puertas, con pizarrones que enseñan que la memoria es la garantía que tienen los pueblos para que la historia no se repita. Con plazas y parques sin alambrados, con chicos que jueguen y corran libremente. Con una Universidad del Pueblo, no para unos pocos, donde se piense, se discuta, se cuestione, se planee, se construya. Un país que se apasione tanto por su realidad y por aquellos que la pasan mal, como por el mundial.
Por los que faltan, pero viven en nosotros. Por las manos que se siguen estrechando. Por los que nacen cada día. Por ese amor que “es tenaz y vuelve a salir como el sol”. Por los que todavía cantamos. Por los que todavía siguen. Por una plaza colmada con los puños en alto, gritando y deseando que no se repita. Por la sonrisa de los pibes, por la serenidad de los viejos. Por las banderas que flamean bien alto. Por un pueblo unido, desde Ushuaia a La Quiaca. Por la justicia, por la memoria, por el pasado y por el futuro. Por la realidad... hecha sueño.
Por todo esto, y por mucho más, grito Nunca Más, gritamos Nunca Más.
Señores. Nunca Más.

Gonzalo Besteiro
24 de Marzo de 2006


“El pasado es siempre una morada, y no hay olvido capaz de demolerla”
Mario Benedetti

martes, marzo 21, 2006

Bienvenida (A modo de despropósito introductorio)

No hace falta agregar demasiado. Los improbables motivos que me llevaron a crear este espacio, este dichoso "weblog" (¿así se escribe?) adornan elocuentemente la portada del mismo. Y aquellas palabras no son más que lo mismo, puesto de muchas maneras diferentes.
Toda búsqueda es siempre un desafío. Siempre es incierta, siempre excitante. Muchas veces andamos buscando, sin saber qué buscamos, pero sabiendo que andamos para encontrar (perdón Julio por el parafraseo con gusto a plagio). Esto es parte de mi búsqueda, es parte de un camino que ansía por ver nacer encrucijadas frente a sus ojos, ver partes de otros caminos que vienen de quién sabe dónde y van a vaya a saber uno qué. Caminos ajenos, que pueden volverse propios. O caminos extraños que nunca pisaré. Qué sino esto es lo que buscamos a tientas por este mundo. Qué sino esto puede llevar a alguien a escribir un mísero verso, o a unir dos acordes en una guitarra, a crear una ópera entera, a dibujar unos trazos coloridos en un lienzo blanco, a juntar un puñado de ilusiones en 35 mm, a levantar un estandarte que invite a caminar detrás de un ideal y a luchar en pos de él. Sueños de comunión, de libertad. Sueños que sueñan los hombres desde el inicio de los tiempos. Qué sino esto puede llevar a un tipo a escribir estas líneas frente a su computadora, un martes a las 3 de la mañana, en cualquier rincón de esta alucinada ciudad perdida al sur del mundo.
Los hombres pequeños también sueñan, los hombres pequeños también soñamos. Sino no se explica que yo esté aquí, tecleando penosamente, con la e, la s y la a hundidas, para que alguien, en cualquier rincón del universo, lea alguna vez estas líneas y suspire, o sueñe, o maldiga con el puño elevado al cielo al imbécil que pudo escribir tamaña insensatez, por no ponerlo en palabras menos sutiles.
Una búsqueda pues, parte de una búsqueda más grande, que la contiene y la rebalsa. Eso es esto. Un intento desesperado de fijar los minutos que pasan, de detener el tiempo al menos un instante, de sentirme inmortal, eterno. Las ganas de conjurar a la soledad, y arrojarla al rincón de la penitencia. Un poco también eso de "fecundar la muerte con una canción", como escribió Dávalos alguna vez, con la guitarra de Falú sonando de fondo. La lucha por creer que hay algo un poco más allá de las 5 de la madrugada, y de mañana, y de pasado mañana. El intento, quizás no tan en vano, de creer que no es tan oscuro, ni tan frío, ni tan solitario el túnel. Ni tan injusta la realidad, ni tan pocos los que la pasan bien, ni tan muchos los que la pasan mal. Los que tienen hambre, los que tienen frío, los que tienen sed, los que tienen pena. Aquellos que no saben, porque no les importa, y está bien que así sea, que la a y la e y la s hundidas requieren la compra de un teclado nuevo. Aquellos que, como canta alguna vez Silvio, no nacieron bien parados, ni saben lo que es brindar, aquellos que no tienen ninguna canción.
Y la vida, la de verdad. No esta, sino la que está ahí afuera. Esa que hace que todo esto tenga algún sentido, que las palabras no suenen sólo a palabras si no las acompaña el pie que pisa la tierra, y la mano que estrecha la mano. Y la batalla, la de cada día, la de todos los días hasta el último de todos. Y el sueño, otra vez el sueño. Ese por el que tantos dieron la vida (y otra vez la vida, tengo que repetir menos las palabras), y por el que tantos la darían de vuelta, con la noche boca arriba y una sonrisa en los labios.
Todo eso es esto. Eso, y quizás muchas otras cosas que ni siquiera se me ocurren ahora. Pero ya es algo, y más a estas horas.
Pasen y vean...
Si se quedan a comer, avisen con tiempo.