martes, mayo 09, 2006

Inventario Uno

Tengo más de dos décadas
de febreros sin gente, sin mar y sin arena;
una tonelada de emociones,
rayando a flor de piel y una vista
que se pierde al horizonte.

Muchas madrugadas
en el muelle 104 del Espera,
mateando entre sirenas,
un cigarrillo, un cielo azulado,
y un silencio forzado, a prueba de balas.

Tengo un océano de dudas,
buscando más preguntas que respuestas,
una tercera desafinada, y una canción
queriendo romper en la garganta,
que casi siempre queda trunca
y amanece disfónica de mañana.

Una biblioteca, tan grande y tan pequeña,
una foto en un taller de Santos Lugares,
un cuento de Cortázar, que todavía
me resuena en la cabeza, y una bruja
que una vez osó mostrarme el (un) camino,
y se quedó mirando de reojo, para
apuntalarme de vez en cuando, y por qué no,
tirarme unas piedritas,
para sobresaltarme el andar.

Tengo algunos amigos, tan sinvergüenzas,
tan buscadores de piedras filosofales,
como los de Juanito;
y una mujer, que a fuerza de ausencias,
se roba mis noches en vela
y me saca el aliento cada día.

Tengo un sueño de Giraluna,
tan solo y tan terco, resistiendo
entre un mar de girasoles;
un puñado de letras adolescentes,
un atardecer en el Salar de Uyuni,
y los versos de Neruda, subiendo
a nacer conmigo, en la cima
más cima de América.

Tengo una bitácora de vuelo,
plagada de lugares comunes,
muchas líneas garabateadas,
a base de plagios honrosos,
y un nudo en la lengua,
a la hora de decir lo que digo
a duras penas y arrastrando
las palabras casi siempre tan
poco apropiadas para la ocasión.

Tengo una foto en mi mesa,
con la cara del ángel de mi guarda,
que voló un 9 del cuatro
hace ya tantos otoños,
y cada tanto aletea en mi oído.

Tengo un cigarrito en la boca,
casi siempre a medio terminar,
un perro de ojos celestes y un recuerdo
de dos ratoncitos con nombres de Beatles.

Un dejo de “olvido siempre gris”,
con el ceño fruncido,
Un tango en el pecho, una tarde en una plaza de Constitución, un sueño, o varios, una cara, un diablo del carnaval, una bandera, una remera bajo tierra, un “adonde van” furioso, una calle ancha de Estación Mazán, un balcón a contrafrente, un as de picas en la billetera, un árbol de kinotos en el fondo de una casa, mi viejo contando un cuento que nunca terminó, media frase siempre de más, una tos altisonante, una zamba cautiva, una(s) cuenta(s) pendiente(s), una ausencia de buenos modales, la curiosidad que no mata todavía, sino que deja vivir.

Un matete de boas abiertas y boas cerradas, la certeza de que me equivoco. Pero resistiendo por el otherness.

Un desatino. Mejor, muchos.

Un miedo padre al fracaso, una luz allá adelante, te busco a tientas.

Un final abrupto. Todavía queda tanto por inventar(iar).

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad me gusto muchos, siento que mientras lo voy leyendo me compenetro mucho con la lectura y me traslada a pensar muchas cosas vividas.Para mi esa es una de las cosas más apasionantes que trasmite un buen escritor.¡¡¡¡Te felicito!!!!!

Anónimo dijo...

Bueno Gon, algo tenía que cumplir...
Como soy malísima escribiendo, vamos a dejar a los que saben..

Tú me recuerdas el prado de los soñadores,
el muro que nos separa del mar, si es de noche
Tú me recuerdas sentada, ciertos sentimientos, que nunca se sabe que traen en las alas
si vivos o muertos...
Me quito el rostro y lo doblo, encima del pantalón. Si no he de decir tu nombre, si ajeno se esconde
No quiero expresión.
Suelen mis ojos tener como impresos sus sueños, risueños.
Tú me recuerdas las calles de la Habana vieja,
la Catedral sumergida en su baño de tejas.
Tú me recuerdas las cosas, no se, las ventanas, donde cantores nocturnos cantaban Amor a La Habana..
Esto no es una elegía, ni es un romance, ni un verso,
más bien una acción de gracias
por darle a mis ansias razón para un beso,
una modesta corona encontrada en la aurora.
Tú me recuerdas el mundo de un adolescente,
un seminiño asustado, mirando a la gente.
Un ángel interrogado, un sueño acostado, la maldición, la blasfemia de un continente...

Agus dijo...

Y una charla de nunca terminar. Una charla que dura una vida, o quiza lo maximo que pueda durar una charla sobre mujeres, no?

Anónimo dijo...

Una charla con una mujer siempre es muy constructiva.