lunes, mayo 18, 2009

Ese tipo


Hace 3 mayos, escribí estas letras, a modo de homenaje, y de desahogo.
Hoy se nos fue Benedetti. Podría haberle hecho llegar estas líneas, lo pensé varias veces, pero nunca lo hice.
Quedarán para mi pues, para nosotros.
Mi despedida, y no tanto.
El resto sobra...








Ese tipo

Ese tipo tan sencillo, que alguna vez osó, decir lo mismo que otros, de una forma tan sencilla.

Ese tipo me robó. Las palabras; no me las dio, ni me las prestó, no me llenó

de ternura, ni de nostalgia; simplemente me robó.

Quizás es que llegué tarde, medio siglo tarde y fue el tiempo que me arrebató,

con burlona mueca, la gracia, el don, las palabras.

Si, eso. La nostalgia, el amor, la belleza, la paz, la lucha, la soledad, el destierro, el entierro; quizás, el viejo, me jugó sucio.

Con la voz cascada y las arrugas de ternura. Y hoy no puedo decirte, lo que te quiero mujer, sin palabras trilladas, sin lugares comunes, lo que me hierve la sangre sin repetir lo que él ya dijo antes; ni cantar mi soledad (aquí lejos), sin que me acusen de plagio.

Una vez me contó Aute (te entiendo Luis, cuánto te entiendo), que Lennon le robó, sin preguntarle, la Imagine que alguna vez hubiera querido escribir, y que jamás escribirá.

Y viene este tipo tan campante, con su armadura de caballero errante, su hidalguía portentosa, su lucidez inusitada, a robarme a mí, ¡justo a mí!, por la noche y a oscuras.

Mis poemas de amor, son más de desamor que alguna otra cosa, y mis tratos tan falsarios, ni oficina para escribirte tengo, así, solo mientras tanto.

Aquí lejos, en mi cuarto, ese otro que escribe por mí (y le dicen que sea otro, que tiene notables condiciones para serlo), no tiene prójimos a quién prologar, ni un Serrat que le ponga música, y ninguna Luz se apaga de ternura, se derrite de desconsuelo, se empalaga de alegría.

No fue Neruda, ni Machado. No fue Cortazar ni García Márquez. No fue Hernández, ni Gelman, ni Sabina, ni Le Pera. Ni Galeano, ni Poe, ni Silvio ni Soriano, ni Walsh ni Saramago.

No fue ninguno de ellos (bien podrían haber sido), fue un tal Mario, el que me robó hace tiempo, y recién ahora es que me vengo a dar cuenta.

Ese tipo me sacó de la boca las palabras, con la tinta de mi pluma desparramó versos por doquier, cantó mis esperanzas, se soñó mis noches, se tomo mi vino, besó a mis mujeres, cruzó mi río, se exilió en este cuarto mío (lleno de mi país), se fumó mi tabaco, se tomó mi ron, se plateó mis lunas, se encabronó mis cabronadas, se cebó mis mates.

Ese tipo escribió lo que un día pudiera (o podría, qué mas da) haber escrito, y nunca escribí(ré). Pudiera (o podría), pero mi prójimo próximo, mi otherness que es tan mío como suyo (y viceversa) no quiere levantarse de la cama.

Lo escucho blasfemar, por un tal Benedetti. Dice que le robó algo, que se lo devuelva, que no es suyo.

Yo también me arrastro Mario, con este pulso tristón, rutinario, desangelado, que es lo único que me quedó, después de que te robaste mis noches, por la espalda.

Más acá, o más allá, te espero, lo espero (te espera) para saldar cuentas, como dos caballeros, en bravísimo duelo a muerte, con revólver en mano, y un verso en la cartuchera.

Y mientras tanto, sólo mientras tanto, (maldito Benedetti), y aún así, bendito (bendito) Benedetti, no te me mueras, nunca de los jamases. O aun así, morite cuando quieras, en paz; total, hay algunos que dicen (que hay algunos que dicen) que hay tipos (algunos tipos), que no se mueren nunca.

Mayo de 2006


sábado, julio 14, 2007

Milagro de medianoche

Cansada
soñás despierta, mientras
el cielo anuncia la lluvia
que pretende desmemoriar
tu desvelo
Rendida, exhausta
soñás colores que nunca vimos
tragás el aire que me abandona
exhalás flores que se vuelan,
cual barriletes, al infinito
a la tierra de los verdes azules
de los barcos gastados
de los pasos que se pierden y
se encuentran en cada vuelta del camino.
Te miro, cansada
exhausta, rendida,
perdida en el espacio, en el aura
que develan tus bostezos,
y no quiero que me extrañes
que me esperes nunca
sino que te quedes así
buscando el deseo de un beso
dormido entre las hojas
entre el néctar sigiloso del olvido
sin mirarme siquiera
sin pensarme quizás
acaso presintiendo mis manos
desiertas de banderas
de cosas que a vos te urgen
y me pedís sólo con los ojos
quedate así, despierta
desierta
con todas las venas
con todos los planetas
con el mundo girando entre
tus pies.

miércoles, marzo 28, 2007

Un tal Rodolfo



"...En este clima, comprenderás que las únicas cosas sobre las que uno podría o desearía escribir, son aquellas que precisamente no puede escribir, ni mencionar; los únicos héroes posibles, los revolucionarios, necesitan del silencio... el resultado de los mejores esfuerzos intelectuales se quema diariamente, y al día siguiente se reconstruye y se vuelve a quemar..."

Por el ejemplo, por la coherencia y por la memoria.
Por leerte cada mañana en el escritorio.
Por marcar el sendero.
No te olvidamos.
Ni perdonamos.

Y gracias...

miércoles, febrero 28, 2007

Hoy llegó la muerte

Hoy llegó la muerte. Por primera vez, como tantas cosas que llegan, y se quedan, acurrucadas, en el umbral del deseo, acechantes, anhelantes.
Llegó con el miedo, y un dulce sabor en la boca, con un cigarro consumiéndose, y con el miedo, y los talveces y los quizáces, con la noche, como casi siempre, o como casi nunca, hasta hoy.
Un vago recuerdo, como de fluir de aguas, y el aroma de la muerte, de morir en mí, o en vos, qué más da.
La rechacé suavemente, desconvencido, y se acurrucó acá, a mi lado, apoyó una mano en mi vientre, y se durmió. Me dejó escribiendo, sintiendo su latir tenue y alocado, su promesa desgarrada de liberación, un halo como de luces que se desdibujan en el río, se pierden con la marea, en el próximo recodo, en la próxima estación.
Se durmió sonriente, esperando el día, o la próxima noche, o el próximo domingo, o abril, o septiembre. O mañana. O nunca. O siempre. O tal vez. O quizás. O tan poco, y tan demasiado.

lunes, febrero 19, 2007

dos y cuarenta

Te quiero mujer. Pero no porque sos vos. O a pesar de eso. Te quiero porque sos todas, o todas son vos. O mejor aun. Porque podrías ser cualquiera, o cualquiera podría ser vos.

Porque querer, que es amar al fin, o una variación del mismo es, al fin y al cabo, buscar en una mujer, lo que tienen todas juntas, y lo que no tiene ninguna.
Entonces mujer, no te gastes en rechazarme, porque lo que encuentro en vos, mañana encontraré en otra. Probablemente, crea que es eterno, durante algunos instantes, y luego tal vez te recuerde, o espere a la próxima que vendrá. Que quizás sea la misma. Que se fue, o que vino.
Porque tu nombre, que es el NOMBRE. Podría ser cualquier nombre, cualquier rostro, cualquier palabra, cualquier sueño. Un sueño, o miles de ellos.
Así que no me des tu amor. Si total me lo vas a dar igual. O a fingir que si. Y fingiremos juntos. Que total, ya se está en el baile. Y además de eso se trata. De creer las mentiras que nos decimos. Aunque sean sinceras. Aunque parezcan verdades, o aunque parezcan mentiras.
Dame la mano, que te daré la mía. Al menos por esta noche, mañana es otro cantar. Y estarás o no, o estaré o no. Da lo mismo, si el instante es el acceso a la eternidad. Que se acaba con la primera aurora. O con la última.
Entonces te quiero mujer. Pero sólo esta noche. Y cuando te jure amor eterno, no me creas, porque yo sí lo voy a hacer.

Y cuando me susurres al oído, sabé que voy a creerte. Pero sólo por algunas horas.
Que mañana será otro cantar.

viernes, febrero 09, 2007

Vigilia

Hambre voraz
viaje imprescindible
hacia tu nada
centrífuga certeza que me asola
que me llama hacia tu abismo,
a perderme entre tus pliegues
de ángel, de cancerbero
de las puertas de un infierno
que visito cada noche
entre tus sábanas, en la vigilia
de esta ciénaga dolorida.

Colores que entreveo en el ocaso,
momentos antes de que tu mano
golpee con furia mi ventana,
susurrándome despacio
caricias que encierran besos,
que agolpan versos doloridos,
cientos de sueños agotados,
años carcomidos por la duda
de buscarte en la penumbra,
a tientas con mis labios
anhelantes de tu risa,
de tu espacio irremontable
de tu estela, de tu cielo.


jueves, febrero 01, 2007

Gordo...




Gordo...
te nos fuiste tan pronto
54 caídas de hojas secas nomás
tantas palabras regaladas
y tantísimas que quedaron truncas
y yo que podría haber llegado a conocerte
nos sacaron ese gusto
hay tanta mala leche que vive y dura
y vos te nos fuiste al mediodía
cuando estaba el sol ahí bien alto
sol que ya empezaba a quemar
cuánto nos habremos perdido
por no cargar tu grandeza
un poco más
por lo menos hasta que los buenos
sonrían algún día
y no haya manos frías
ni panzas con ruido
ni banderas por el suelo
que es como decir
quizás nunca
pero mierda que vale
el intento y todo eso.
Así que gracias
por tantas tardes de risas
y de son-risas
de mate amargo y gambeta
de sueños bienparidos.
Dicen que no te fuiste
prefiero creerles
no porque sepan más
sino porque me guardo
una sonrisa más
para la próxima ronda
la próxima fiebre
la última estrella
que seguramente me hará
menos triste
menos solitario
menos final.


diez años sin vos
parecen demasiados...

Y sí gordo querido
porque algún día
-soñamos-
no habrá más penas ni olvido

viernes, enero 26, 2007

Muelle



















Barcos gastados,
muelles derruidos,
estela de atardeceres
por las piedras de Cienfuegos,
aquí se respira un aire
tan fresco que ahoga,
se siente en el pecho la brisa
los retazos rojos de mi cielo,
las nubes negras amenazan
tormentas de cien millones,
corazas que estallan en jirones
en brasas refulgentes
en palabras
que vuelan a lo hondo.

Un grito fuerte aquí abajo
que me anuda las tripas
desde adentro;
un libro de Julio que susurra
esas cosas que sólo se dicen
de a poco y en silencios;
un gitanes que se consume
en mi boca que te extraña
de a montones.
esta pluma que dibuja sinsentidos
frases que no debieran escribirse
en jamases de años, de siglos,
que debieran perderse para siempre,
nunca llegar hasta tus ojos,
para mantenerte viva
en mi recuerdo, en esta tarde
que estuviste aquí sentada
a mi lado
entre mis sienes.

un muelle de Cienfuegos, Cuba
alguna tarde de enero

lunes, diciembre 18, 2006

Desmilonga


a la orilla de la chimenea, a esperar que suba la marea
(y todo lo demás también...)


Me perdí de suerte
en tus calles de silencio,
me saludaste de lejos
de ganas de acercarte
y de miedo de sentirme
No te vi de día
porque preferiste las noches
sobretodo las madrugadas
los besos con sueño
las manos trasnochadas.

quizás el río me lo trajo,
este espejismo de moradas ilusiones
y son cientos de copas ciegas
de bares de persianas bajas
de terceras desafinadas
y de humos que nos nublan
de medios vasos vacíos
que no se llenan
ni golpeando la barra,
son tachos llenos
son caras curtidas
es el barro entre los dedos.

Dale,
subite al 60, y demos una vuelta
por el universo
que la ciudad que ayer nos aturdía
hoy le quedó grande a los
soñadores del medio melón
y ni la Maga ni Alejandra
caminan por Barracas ni Paris
y los hombres ya no se desvelan
ya no cantan
paredones de gris amanecer
pelotas pinchadas
en el fondo de la esquina
tangos que nos son tangos
no por ajenos artificios
sino que de puros guapos
se les vino abajo el arrabal

Soplame un envido al oído
que ya no vienen más los ángeles
con un poema y un trombón
a desvelarnos de este nolvido.

martes, noviembre 21, 2006

Revuelta

Calla, dile que me hable
que me mire, que me acuerde
grita que me escuche, llora que me llore
Basta que le digas, sólo dile algo
o no le digas nada, basta con que venga
Ruega que me piense, piensa que me ruegue
o que por mi ruegue, sólo que recuerde
Trata que se acerque, sólo de unos pasos
yo sólo unos metros, ella sólo un abismo
Pide lo que quieres y pídeselo a ella
implórale que calle, sólo quiero verla
cállale que hable, también quiero oírla
óyela que sonría, sonríele un guiño
guíñale un silencio, silénciale las palabras
apalábrale un beso, bésale un gemido
gímele que te oiga, bésala una vez más
Guarda cada tropiezo, tropiézale la inocencia
húyele a su destino, destínale unos versos
versa cada segundo, vérsalo para ella
o si no quieres hacerlo, hazlo sólo por ella
prósale un silencio, el mismo que le guiñaste
Guíñale una vez más, pero que esta vez ella también guiñe
silénciala una vez más, y deja que te bese
óyela como gime, gímele una sonrisa
Cuenta cada minuto, versa cada segundo
prosa cada silencio, alarga cada palabra
Olvida cada palabra, y borra todos los versos
silencia todas las prosas y ahoga cada gemido
guarda cada sonido y no le digas nada
basta con que venga, sólo con que me silencie.

jueves, noviembre 09, 2006

El misterio más grande de todos (o de dioses, mujeres y otras yerbas)

Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida,
imposible, prodigiosa blasfemia.

Mario Benedetti

Dios. Misterio grande si los hubo y si los hay. Cuatro letras. Duda, fe, pasión, incertidumbre, temor, reverencia, adoración, odio, despecho, desidia, amor; todo esto y más cabe en esa palabrita prodigiosa.

Pero si alguno se atreviera a afirmar, que allí reside el más grande de todos esos misterios que nos han desvelado desde tiempos inmemoriales, yo podría osar a gritar que no, que no es así, que a nosotros, los que tenemos una costilla menos que ellas, nos atormenta otro secreto, más hondo, más profundo, más inexpugnable, ese breve susurro que resuena en nuestros oídos, una palabra, dos sílabas, cinco letras, una al lado de la otra, conformando el nombre que damos a ese ser a la vez eterno y efímero, celestial y terreno, dulce y endiabladamente amargo, esa criatura, tal vez imaginaria, que llamamos mujer.

Dios pierde terreno pues, frente a su rival. Ella le arrebata la potestad de nuestras noches en vela, de las plegarias mirando al cielo, de las lágrimas de madrugada, de todo el desconcierto del género masculino. Nos pasamos la vida tratando de entender a estos seres, y enloquecemos porque nos resulta imposible, y más difícil se torna y más rendidos a sus ansias y cuando creemos que estamos a un paso de la verdad, viene el mar y se lleva nuestro pequeño y efímero castillito de arena. Y Dios, como cualquier otra deidad, porque no va a ser ni más ni menos, siente celos... Su propia criatura, la que formó con aquella costilla que nos falta a nosotros, le roba el auditorio, a sus fieles, lo desplaza del centro del escenario.

Se oyen truenos allá arriba. Dios golpea furioso contra la mesa, casi impotente. El asunto se desmadra, se le va yendo de las manos. Hay que tomar cartas en el asunto. Ya nadie lo pinta en toda su gloria y esplendor, ya no inmortalizan su nombre en un puñado de versos, los trovadores ya no le cantan, sino que en sus acordes, resuenan lejanos los ecos de sus voces. Las de ellas, claro está.

Dios se dispone a recuperar lo que es suyo por naturaleza..., divina. Prueba con maquillaje, cambia el vestuario, canta tangos. Manda a construir una cancha de fútbol en sus dominios, donde todos los domingos se enfrenta el equipo de los santos contra el de los arrepentidos. Organiza conciertos de rock los terceros viernes de cada mes. Se pone una guardería. En fin, hay que volver a ganar el terreno perdido.

Pero nada. El plan de Dios es un estrepitoso fracaso.
Una tarde, ya abatido, mientras se toma un mate ya lavado que le ceba un querubín y se hamaca suavemente en el sillón que le dejó su abuelo, encuentra en un viejo libro de poesía un poema de Benedetti. Y se le aclara el panorama.

“Si Dios fuera una mujer”, dice el uruguayo que se pregunta Gelman; y Dios asiente con él. “Mirta, prendé el calefón que tengo que salir”, grita entusiasmado. Y esa noche, de minifalda y tacos, baja el señor a la Tierra, para torcer el curso de los acontecimientos, que se han doblado para mal, que lo tiró.

Y tan mal parece que no le fue, comentan unos que se juntan todas las tardes de domingo a ver el partido de la cancha del Cielo, que pasan por el codificado. Ella ya no quiere volver a ser hombre, se quejan los ángeles; está contenta con su nuevo estado. Recibe cartas de sus admiradores, los poetas declaman de nuevo en su honor y los músicos ya no componen sino para ella. Y de vez en cuando, más de uno se da vuelta en la calle para verla pasar.

Algunas cosas siguen igual y algunas otras se complicaron. Se comenta en el billar que puso un tal Judas con unas moneditas que juntó, que tres o cuatro días al mes Dios se pone imposible. Se siente mal, le duele la cabeza y se pone de mal humor. Por las dudas, los ángeles miran para otro lado y silban bajito.

Dios es más dulce ahora. Bah, eso dicen. Quizás escucha un poco menos, pero se emociona más fácil. Y cada vez se aparece menos por la cancha los domingos. Si se encapricha con algo, es difícil sacárselo de la cabeza, y con tal de no escucharla protestar, todos le dan el gusto y hacen lo que pide. Las menos de las veces, por supuesto, porque casi siempre la complacen por placer, sólo por verla sonreir.

¿Celos? Si, siempre. El doble los sábados a la noche. La competencia es dura y no hay que dejarse estar. Dios se suscribió a Cosmopolitan y organiza ferias americanas. Y si se viste de largo y con escote, levanta suspiros...

Dicen que el paraíso está más lindo este último tiempo. Todos cantan y bailan, y hasta los ángeles se arreglan cuando salen a pasear. Por acá abajo, tampoco nos podemos quejar. Los hombres se van chocando por la calle por andar mirando para arriba. Y en las parroquias de barrio hay misa a toda hora. Y piensan abrir más sucursales.

El tiempo sigue tan loco como siempre, pero ya sabemos por qué. Todo es mucho más impredecible, y la verdad que no sabemos con qué locura nos va a venir a cada rato. Pero la calle está..., qué se yo, tiene un sabor distinto... Cada día descubrimos nuevos colores; en el aire, en el río o en el cielo. Las campanadas no suenan cada hora, sino cuando quieren. Y en una de esas, uno suspira un “por dios”, cierra los ojos, y sueña.

lunes, noviembre 06, 2006

Instrucciones para abrir una puerta

Reza un viejo lugar común que “no hay nada nuevo bajo el sol”.
He oído decir por ahí también que en el arte, como en la vida, ya está todo inventado, por lo que debemos contentarnos con reinventar lo ya hecho.
No se si es tan así, pero a veces siento que todo lo que puedo crear, ya alguien lo hizo antes, y seguramente mejor.
No es una cuestión de autoestima, o falsa modestia. Es que no me refiero a “alguien” cualquiera, sino a algún “Alguien”.
Cada vez que termino de escribir algo, me empieza a subir la sospecha de que seguramente eso ya está escrito. No así, no con estas palabras, no con este envase, ni con los mismos arreglos florales.
Algunas veces, me he descubierto plagiando a tipos que en mi vida he leído. En otras ocasiones, he escrito cosas similares a otras cosas que no leí de tipos que sí he leído alguna vez. Valga la redundancia.
Conclusión: no la hay.
Aun así, no queda más que seguir arrastrándose de este “modo obvio/irónico/terrestre/ rutinario/tristón/desangelado” que, por cierto, se parece demasiado a una copia poco fiel del modo de otro tipo.
¿A qué venía tanto rodeo? Ah si! A blanquear los plagios infieles en que puede incurrir un servidor. Plagios como el que sigue. Gracias Julio, por haber escrito todo lo que jamás podré yo, y también por alguna cosa que seguramente algún día escriba, sabiendo que ya se hizo antes, y mejor.

Ahora sí, las instrucciones (que bien podría haber dejado afuera Julio de su Manual por intrascendentes)...

Instrucciones para abrir una puerta

Antes que nada, usted debe convencerse de que realmente quiere abrir esa puerta. Nunca se sabe lo que nos depara la vida detrás de cada puerta que encontramos frente a nosotros. Puede esperarnos la felicidad y el éxito, el fracaso, alguna desilusión, o simplemente algo completamente intrascendente que no cambiará en nada nuestras vidas. Pero siempre de este lado de la puerta está la incertidumbre.
Hay muchas puertas y muchos tipos. Está la de nuestro dormitorio, por ejemplo, que abriremos si queremos ver la tele o tirarnos a descansar en la cama. También podemos mencionar la puerta que abre nuestra heladera. En este caso, el motivo es más bien fisiológico; tenemos hambre, abrimos la heladera y comemos algo.
Las hay opacas, es decir, que no permiten ver que hay detrás de ellas; de vidrio, en cuyo caso quizás si podamos ver qué hay, pero seguramente esa imagen nos engañe. Es un ejercicio útil en estos tiempos desconfiar de lo que se nos presenta frente a nuestros ojos, y más si estamos hablando de algo que vemos a través de una puerta.
Hay un caso bastante particular que vale la pena mencionar, hablando de tipos de puertas y sus determinados usos: la puerta de calle de nuestra casa, que nos comunica con el mundo. Es quizás una de las puertas que nos provoca mayor incertidumbre, ya que nunca sabemos lo que tiene el mundo para ofrecernos cada día. Podemos abrir la puerta y encontrarnos con que una manifestación corta la calle en que vivimos y nos impide la salida. Puede ocurrir que en el preciso instante en que nos disponemos a salir, se desate una lluvia torrencial, con granizo incluido, o encontrarnos con esa vecina odiosa que siempre se queja por el volumen al que escuchamos la música, situación incómoda si las hay. Imaginen si un día, luego de una gran tormenta, con tornados y todo, abrimos la puerta, y nos encontramos con un mundo completamente desconocido, y un camino de lozas amarillas, lejos de casa. Sería un verdadero dolor de cabeza. O quizás una bella sorpresa después de todo...
Muchos, frente a esta problemática, y paralizados de temor, optan por quedarse en casa, no salir jamás, y pedir comida por teléfono. Así que siempre es una osadía, un acto de increíble valentía, y hasta de heroísmo, traspasar ese umbral. Esto tampoco nos otorga el derecho de sentirnos héroes a quienes lo hacemos día a día, inconscientemente, por inercia o de manera automática, sin detenernos a pensar en las implicancias de nuestra acción. Pero es realmente válido, y digno de respeto, el hecho de saber a lo que uno se arriesga traspasando esa puerta y hacerlo igual.
Recomendamos entonces: antes de abrir la puerta, siéntese en el piso del zaguán a meditar unos momentos sobre este asunto. Si toma la decisión de abrir la puerta, introduzca la llave en la cerradura y hágala girar. Si no cuenta con la llave, sepa que se encuentra frente a un problema. Deberá buscar la llave hasta encontrarla. En caso contrario, deberá conformarse con quedarse del lado de adentro. Si esta opción no lo satisface, pruebe con las siguientes: a)golpee la puerta hasta que se abra, patéela si es necesario; b)háblele suavemente para hacerla entrar en razones; c)dinamite la puerta y hágala saltar en mil pedazos; d)llame al cerrajero; e)vuelva a optar por quedarse dentro. Una recomendación previa: antes de tomar medidas tan drásticas como las mencionadas anteriormente, compruebe que la puerta no esté sin llave. En este caso, simplemente gire el picaporte y respire el aire de la libertad.

lunes, octubre 30, 2006

Algo de Félix

Es mi padre. Tan parecidos y tan distintos. Algunas veces me sorprende. Tanto tiempo. Tantos sueños, tantas frustraciones. Seguramente, hace 30 y tantos habrá tenido sueños, ilusiones, angustias y contradicciones tan parecidas a las mías de hoy. Y sin embargo hoy, tanto abismo.
El tiempo. Dicen que todo lo cura, quizás hasta la locura (los sueños, las ilusiones y todo lo que viene con ella). Pero me resisto a creer que no queda en ellos (los dos), rastros de aquello que alguna vez supieron tener, y que la rutina, los años, los hijos, la vida y todo lo demás fueron apagando. Quizás fueron resignificándose en otras miles de cosas, que no alcanzo a comprender, porque tengo todas las emociones tan a flor de piel, y las esperanzas encauzadas hacia otros rumbos.
En fin. Alguna vez quizás se los pregunte. Pero es bueno de vez en cuando sorprenderse. Como hoy, cuando leí lo que me mandó el viejo.
Me escribió que "Esto lo escribí hace mucho, cuando era más chico que vos. Como lo encontré, te lo paso". Y hasta se debe haber tomado el trabajo de trascribirlo.
Por lo grato de la sorpresa (y todo eso también), lo comparto con... alguien?
Nunca le diré (jamás seré tan canalla) que quizás (sólo quizás) yo lo escribiría mejor. Simplemente porque no se si es así...
Ah viejo, yo también te quiero mucho. Las cosas que decimos a duras penas, y pocas veces...

Las manos (de hace ¿30 y largos? ¿o 40 y cortos?)

¡Justo ahora que me quiero ir para casa! Y a éste se le ocurre que escriba sobre las manos, la puta que......Pero no hay nada que hacer, cuando al dire se le ocurre algo, mejor hacerlo y no discutir. Y no andar protestando o buscar excusas.
Esto decía yo ese día, sentado en mi silla de la redacción. Ya todos se habían ido, con un adiós, un hasta mañana o un simple chau. Y yo me quedé solo. Solo de soledad absoluta. Y teniendo que crear algo lógico para la edición del día siguiente.
La maquinita estaba delante mío con su hoja en blanco colocada, como esperando su turno para ayudarme y participar también ella de mi glorioso texto sobre las manos.
¿Y qué corno iba yo a escribir sobre las manos? Hay tantas cosas interesantes para exprimir el bocho y justo se le antojaba que yo escribiera sobre las manos como si se tratara del tratado universal de la pelota cuadrada.
Los puchos se amontonaban en el cenicero. Las rudimentarias frases y palabras se deslizaban en las hojas, que sin solución de continuidad, desaparecían de la máquina de escribir como presagiando el fracaso de esa noche. No había nada que hacer, las musas no habían venido ese día y un frío sudor me corría por la sien.
Los minutos pasaban...que digo, las horas se iban empujando sin que nada bueno pudiera salir de mi atormentado ser.
Busqué inspiración caminando por la oficina. Miré el techo, y me di cuenta, también, que no le vendría mal un poco de pintura. Las paredes, tampoco me ayudaban. Una rara sensación de vacío me invadió.
Es que, ¿no podría yo escribir algo tan sencillo?. Busqué un cigarrillo en los bolsillos del pantalón y de pronto me acorraló una extraña situación. No encontraba nada en los bolsillos, no sentía nada al tacto. Mejor dicho, no tenía tacto. Es más, no sentía mis manos. Era como si hubieran desaparecido, como si se hubieran desintegrado.
El terror me invadió, y quién sabe cuántas cosas pensé en esos instantes. Cuando un grito de desesperación estaba por salir de mi garganta, me di vuelta y extrañado, sorprendido pude ver a mis manos escribiendo en la vieja máquina de la oficina el tan ansiado texto sobre las manos que me había pedido el director.

lunes, octubre 09, 2006

Elegía


Sólo para entendidos. Pero por allí, el jardín del lugar donde trabajo, corrían libremente dos faisanes. Vaya a saber uno para qué los trajo el dueño del lugar. Seguramente no sospechó un destino tan desgraciado. O por lo menos no sospechó que el final llegaría tan pronto, tan abruptamente. Pero sí. Un día nos desayunamos con que faltaba uno de ellos. Al poco tiempo, desapareció el que restaba.
Y como nos dolió tan cruel destino. Destino por cierto largamente anunciado, aquí un sencillo homenaje.
Un amigo me inspiró a escribir estas palabras. Que ya son de todos...


Oh dichosos faisanes,
que mi vista endiosaban,
cuando el tedio y el sopor se volvían un agobio
ya bien entrada la tarde.
Por qué brumoso camino andarán sus almas cansadas,
qué viejos puertos buscarán ya sus barcos marchitos,
por donde arrastrarán el paso cancino,
la vista anhelante, el pico presto al graznido,

su palacio de valles verdes, efímero paraíso,
fortaleza cercada por oscuros tormentos,
la muerte expectante, en cada vuelta de esquina.
Vuelan plumas de otros tiempos, corren veloces en el viento,
plumas del ayer, plumas que respiran otras voces,
ecos de otros sueños más futuros,
ilusiones de mundos mejores, sin felinas acechanzas,
con montañas de semillas y sembradíos de girasoles.
Un mundo de faisanes...

Hoy nuestras almas tienen huecos,
por donde respira la memoria.
Se han ido en silencio, y en breve intervalo,
oh dichosos Faisanes, que nuestro mundo colorearon,
apenas por unos días fugaces.
Hoy la tarde se viste de sombras,
por un presagio largamente anunciado,
y la ausencia de la ausencia.

sábado, septiembre 16, 2006

Lápices


Arte Fotográfico: Carolina Butrón Avalos

Sacar punta
con un sacapuntas afilado
sacar punta hasta que no queden más puntas que sacar
no de a uno, sino de a muchos
lápices negros, lápices de colores
más largos, más pequeños
lápices que pintaban lienzos blancos
mañanas más venturosos
quimeras de adolescencias
luchas de septiembres
primaveras de sueños
Casi no niños
despertados de súbito
con sacapuntas afilados
con bastones marchitos
con balas irrisorias
con mentiras de muerte.
Por las calles diagonales
los adoquines ruedan teñidos de sangre
negros de duelo

tristes de ausencia
los llantos se lloran puertas adentro
los asesinos gritan goles a viva voz
los cerrojos permanecen cerrados
se aguarda en silencio
a que amaine la tormenta
pero los silencios gritan
silencios de vida
silencios de pensar para sí
silencios de otros silencios
abrazos de silencios
silencios de besos
silencios de palabras
memorias de silencio
memoria de olvidos
memorias de muertes
memoria de vida
lápices de Memoria.