Llegó con el miedo, y un dulce sabor en la boca, con un cigarro consumiéndose, y con el miedo, y los talveces y los quizáces, con la noche, como casi siempre, o como casi nunca, hasta hoy.
Un vago recuerdo, como de fluir de aguas, y el aroma de la muerte, de morir en mí, o en vos, qué más da.
La rechacé suavemente, desconvencido, y se acurrucó acá, a mi lado, apoyó una mano en mi vientre, y se durmió. Me dejó escribiendo, sintiendo su latir tenue y alocado, su promesa desgarrada de liberación, un halo como de luces que se desdibujan en el río, se pierden con la marea, en el próximo recodo, en la próxima estación.
Se durmió sonriente, esperando el día, o la próxima noche, o el próximo domingo, o abril, o septiembre. O mañana. O nunca. O siempre. O tal vez. O quizás. O tan poco, y tan demasiado.